Asociación entre alteraciones en microbiota y severidad de la enfermedad de Parkinson: Ácidos grasos de cadena corta

  • La microbiota podría jugar un papel en el origen y progresión de la enfermedad de Parkinson y los ácidos grasos de cadena corta producidos por las bacterias intestinales podrían ser un marcador.

  • En modelos animales de Parkinson estos ácidos grasos promueven el proceso degenerativo.

  • Se investiga su valor como marcador en sangre y heces en 96 pacientes frente a 85 controles.

  • Los pacientes con enfermedad de Parkinson presentaron concentraciones más bajas en heces pero más altas en plasma de acetato, propionato y butirato.

  • Una mayor afectación motora se correlacionó con niveles fecales reducidos de acetato, propionato y butirato y con concentraciones de propionato plasmático aumentadas en los pacientes con enfermedad de Parkinson.

  • También se observó en los pacientes que a peor estado cognitivo, niveles más elevados de butirato y valerato en plasma.

  • Estas alteraciones fueron más manifiestas en pacientes con abundancia de algunas bacterias productoras de citocinas pro-inflamatorias.

  • En base a este trabajo, se refuerza la idea de que la microbiota podría jugar un papel en la etiopatogenia de la enfermedad de Parkinson y también que los niveles de ácidos grasos de cadena corta en heces y sangre podrían servir como biomarcadores de gravedad de enfermedad.

     

Se está investigando actualmente el papel de la microbiota intestinal en el desarrollo y progresión de la enfermedad de Parkinson. En concreto, los ácidos grasos de cadena corta son metabolitos microbianos intestinales producidos por las bacterias intestinales que se sabe promueven el proceso de la enfermedad en un modelo animal de roedor de enfermedad de Parkinson. Por otra parte, se conoce que los niveles de ácidos grasos de cadena corta en las heces están reducidos en los pacientes con enfermedad de Parkinson. Sin embargo, no está claro el papel que podrían tener estos ácidos grasos de cadena corta como marcador de la enfermedad, incluyendo su relación en heces y en plasma y la severidad de los síntomas.

Se publica un trabajo en la revista Neurology cuyo objetivo fue comparar los niveles fecales y plasmáticos de diferentes subtipos de ácidos grasos de cadena corta en pacientes con enfermedad de Parkinson y controles sanos, así como conocer la relación de estos con la composición de la microbiota y la gravedad de la enfermedad.

Se reclutó una cohorte de 96 pacientes con enfermedad de Parkinson y 85 controles del Hospital Universitario Nacional de Taiwán. Las concentraciones fecales y plasmáticas de ácidos grasos de cadena corta se midieron mediante cromatografía y espectrometría de masas. La microbiota intestinal se analizó mediante secuenciación de escopeta metagenómica. Se evaluaron el índice de masa corporal y las comorbilidades médicas, y se obtuvo información dietética mediante un cuestionario de frecuencia de alimentos. Para evaluar el deterioro motor y cognitivo, los investigadores utilizaron la Escala de Calificación de la Enfermedad de Parkinson Unificada de la Sociedad de Trastornos del Movimiento (MDS-UPDRS) y el Mini-Mental Status Examination (MMSE).

Observaron que en comparación con los controles, los pacientes con enfermedad de Parkinson tenían concentraciones más bajas en heces pero más altas en plasma de acetato, propionato y butirato. Después del ajuste por edad, sexo, duración de la enfermedad y dosis de medicación para la enfermedad de Parkinson, una mayor afectación motora (puntuación en la parte III de la escala MDS-UPDRS) se correlacionó con niveles fecales reducidos de acetato, propionato y butirato y con concentraciones de propionato plasmático aumentadas en los pacientes con enfermedad de Parkinson. Las puntuaciones del MMSE se correlacionaron negativamente con los niveles plasmáticos de butirato y valerato después del ajuste por factores de confusión, es decir, a peor estado cognitivo, niveles más elevados de butirato y valerato en plasma. Las bacterias intestinales productoras de ácidos grasos de cadena corta se correlacionaron positivamente con los niveles fecales de ácidos grasos de cadena corta en los controles, pero no en los pacientes con enfermedad de Parkinson. Sin embargo, en un grupo de pacientes con enfermedad de Parkinson, la abundancia de bacterias que favorecen la pro-inflamación como la bacteria Clostridiales NK3B98 y Ruminococcus sp. AM07-15, se correlacionó con niveles reducidos en heces y aumentados en plasma de ácidos grasos de cadena corta, especialmente de ácido propiónico.

En resumen, en base a este estudio podría ser que en los pacientes con enfermedad de Parkinson haya niveles de ácidos grasos de cadena corta producidos por la microbiota intestinal disminuídos en las heces y aumentados en sangre. Además, una mayor alteración de los niveles podría relacionarse con una mayor gravedad de la enfermedad. En todo este contexto, algunas bacterias de la microbiota podría especialmente favorecer este desajuste. En la práctica, en el futuro, la determinación de ácidos grasos de cadena corta en plasma y heces podría tener valor como marcador pronóstico. Lo más interesante sería conocer si esta alteración está presente en pacientes en estadios muy iniciales e incluso premotores, así como analizar los cambios a lo largo de la evolución de la enfermedad.

Diego Santos García

Servicio de Neurología, CHUAC (Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña), A Coruña

Neurología, Hospital San Rafael, A Coruña