Franz Kafka nos contó en su famoso libro “La metamorfosis” que Gregorio Samsa se despertó un día convertido en cucaracha.
No podía hablar, ni caminar, casi no podía moverse, sólo arrastrarse con sus flacas patitas, y lo único que podía comer eran restos podridos de comida.
La familia no lo reconoció, se avergonzaron de él y terminó muriendo sólo. Famoso, pero sólo.
Un día, yo (igual que muchos otros) me desperté temblando y con movimientos lentos.
Me pregunté ¿Qué me pasa? Y una voz en mi mente, contestó:
- Soy el Parkinson, estoy en tu cerebro, y vine a vivir aquí.
- ¿Y con qué permiso te metiste ahí? - Le pregunté sorprendido.
- No necesito permiso. Soy una enfermedad.
- ¿Y por qué en mi cabeza y no en la de cualquier otro?
- No sé. Puede ser por distintos motivos, pero yo los desconozco – me respondió mientras trataba de acomodarse entre las neuronas.
- ¿Y qué vas a hacer ahí, en mi cerebro?
- Te voy a comer las neuronas que producen dopamina.
- ¿Me vas a comer neuronas? Pero eso es malo.
- Si – me dijo.
- ¡Si me sacas la dopamina voy a tener problemas con los músculos!
- Exacto.
- Puedo temblar, me puedo caer, puedo tener problemas para hablar.
- Sí, ya lo sé.
- Me puedo deprimir, puedo tener problemas para hacer caca – le insistí casi gritando.
- Ya lo sé – contestó como molesto, y abrió unas manos imaginarias como diciendo “ y sí”
- ¿Y hasta cuándo te vas a quedar?
- Para siempre.
- ¿Para siempre? ¿Y no puedo hacer nada entonces?
- Depende de ti – me dijo como distraído, mientras trataba de mirar hacia afuera por el agujero de las orejas.
- ¿Te puedo sacar de mi cabeza, entonces, si yo quiero? – le pregunté entusiasmado.
- No. Eso no. Pero puedes hacer que no me sea tan fácil.
- ¿Me estás pidiendo plata?
- No, jaja. Eso sería corrupción – movió la cabeza como diciendo ¡qué ocurrencia!
- ¿Entonces ¿cómo puedo hacer para que no te sea tan fácil?
- Elemental Watson – dijo irónicamente. Después me di cuenta de que tanto Parkinson como Sherlock Holmes eran ingleses, capaz que se conocían -. Mi objetivo son los movimientos musculares.
- ¿Y?
- ¡¡Ejercicios muchacho!! Levodopa y ¡mucho ejercicio! En las piernas, los brazos, la espalda, la boca, la lengua, los labios, todo lo que tenga que ver con los músculos. ¡Ejercicio! Comer bien, saludable. Bailar. Un buen tango. ¡Chan chan!
- ¿Y si me deprimo?
- Tienes que pasear, reírte, disfrutar de los nietos, aunque te cansen. Mira, te hago una adivinanza. ¿Tú sabes quiénes son los únicos que te dan dos alegrías en el mismo día?
- No.
- Los nietos. Cuando vienen y cuando se van.
- Jaja. Es cierto, nos dejan de cama.
- ¿Viste? Puedes reírte a pesar de todo.
- La última pregunta: Si me vas a hacer tanto daño, ¿Por qué me das consejos en tu propia contra?
- Porque no soy tu amiga ni tu enemiga, pero desde ahora, voy a ser tu compañera. Vas a comer, voy a estar ahí. Vas al baño, voy a estar ahí. Te vas a mirar al espejo, estoy ahí, aunque no me veas. En cada momento, cada día. Entonces, disfruta de lo que tienes, ahora, porque es posible que en unos años estés peor, y si es así, ¿qué vas a hacer? Te vas a lamentar de que no aprovechaste por quejarte.
- Pero…..empecé a contestar.
- No seas cabeza dura – me dijo y me golpeaba la cabeza desde adentro -. Acepta lo que tienes, vive, abraza a tus hijos, a tus nietos. Dile a tus amigos, tengo Parkinson. ¿Y qué? Si a tu edad todos tienen algo. Y si no lo tienen, mejor para ellos. Por lo menos no te levantaste convertido en una cucaracha, como Gregorio Samsa, y estás vivo.

Comentarios (10)

Debes estar registrado para poder publicar tu comentario