“¿Está usted nerviosa?” nos preguntan constantemente a quienes convivimos con la enfermedad de Parkinson, hemos escuchado esta pregunta más veces de las que nos gustaría.. Nos lo preguntan en el autobús camino del hotel, en el control de seguridad, en la cola del museo y a veces hasta nos lo preguntamos a nosotras mismas. (Más o menos así comenzaba mí querida Sabela Avión un artículo escrito para Con P de Párkinson) Y tiene su lógica: una de las recomendaciones básicas para quienes tenemos Párkinson es evitar el estrés innecesario. Pero claro, ¿cómo viajas sin estresarte? ¿Existe ese unicornio?
Lo cierto es que muchas personas con párkinson cada vez que podemos viajamos. Primero, porque nos gusta. Segundo, porque nos hace bien lo que nos gusta. Y no hablo solo del “desconectar”, sino de un efecto real sobre los síntomas. En mi caso, , seguro que en el de muchas compañeras y compañeros , he notado que cuando viajo duermo mejor, tengo menos off, menos wearing off, menos discinesias y más energía. ¿Será que el párkinson también necesita ir de vacaciones o que le deje la casa para el solito?
La constante curiosidad , el cambio de entorno, el caminar más, la novedad, la ausencia de obligaciones, el intentar no perderte,… todo eso juega a nuestro favor. Y la ciencia lo confirma: según la Sociedad Española de Neurología, los estímulos que recibimos al viajar (nuevos lugares, sabores, sonidos, mapas, acentos) activan el cerebro como si estuviera en un gimnasio.
“Viajar obliga al cerebro a aprender, memorizar, adaptarse… Es un desafío continuo y un entrenamiento intensivo”, explican los neurólogos.
Según la Sociedad Española de Neurología, los estímulos propios de un viaje hacen que nuestro cerebro sea más resistente al deterioro de la edad o a los síntomas de las enfermedades neurológicas:
Eso se llama plasticidad cerebral: nuevas conexiones neuronales que fortalecen nuestra reserva cognitiva. Además, salir de la rutina y vivir el presente reduce el estrés, mejora el ánimo, y nos devuelve esa sporensación de ser más que una etiqueta o un diagnóstico. Y aunque hacer la maleta con temblor tiene su arte, y abrirla ya es otro deporte olímpico, viajar merece la pena.
Porque sí, viajar también es terapia.
Y porque, como dijo Émile Zola:
“Nada desarrolla tanto la inteligencia como viajar”.
Y yo añadiría: ni tanta valentía como atreverse a seguir haciéndolo con Párkinson a cuestas y ganas de comerse el mundo.
Nos leemos en la próxima puerta de embarque.
Fuente: post de Tere Borque en su cuenta de Instagram https://acortar.link/Koeu05
Lo cierto es que muchas personas con párkinson cada vez que podemos viajamos. Primero, porque nos gusta. Segundo, porque nos hace bien lo que nos gusta. Y no hablo solo del “desconectar”, sino de un efecto real sobre los síntomas. En mi caso, , seguro que en el de muchas compañeras y compañeros , he notado que cuando viajo duermo mejor, tengo menos off, menos wearing off, menos discinesias y más energía. ¿Será que el párkinson también necesita ir de vacaciones o que le deje la casa para el solito?
La constante curiosidad , el cambio de entorno, el caminar más, la novedad, la ausencia de obligaciones, el intentar no perderte,… todo eso juega a nuestro favor. Y la ciencia lo confirma: según la Sociedad Española de Neurología, los estímulos que recibimos al viajar (nuevos lugares, sabores, sonidos, mapas, acentos) activan el cerebro como si estuviera en un gimnasio.
“Viajar obliga al cerebro a aprender, memorizar, adaptarse… Es un desafío continuo y un entrenamiento intensivo”, explican los neurólogos.
Según la Sociedad Española de Neurología, los estímulos propios de un viaje hacen que nuestro cerebro sea más resistente al deterioro de la edad o a los síntomas de las enfermedades neurológicas:
Eso se llama plasticidad cerebral: nuevas conexiones neuronales que fortalecen nuestra reserva cognitiva. Además, salir de la rutina y vivir el presente reduce el estrés, mejora el ánimo, y nos devuelve esa sporensación de ser más que una etiqueta o un diagnóstico. Y aunque hacer la maleta con temblor tiene su arte, y abrirla ya es otro deporte olímpico, viajar merece la pena.
Porque sí, viajar también es terapia.
Y porque, como dijo Émile Zola:
“Nada desarrolla tanto la inteligencia como viajar”.
Y yo añadiría: ni tanta valentía como atreverse a seguir haciéndolo con Párkinson a cuestas y ganas de comerse el mundo.
Nos leemos en la próxima puerta de embarque.
Fuente: post de Tere Borque en su cuenta de Instagram https://acortar.link/Koeu05
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