El ejercicio físico iniciado de forma precoz mejora los síntomas de la enfermedad de Parkinson frente al inicio tardío. | Fundación Degén
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El ejercicio físico iniciado de forma precoz mejora los síntomas de la enfermedad de Parkinson frente al inicio tardío.

 

• El ejercicio ha demostrado mejorar síntomas motores, no motores y la calidad de vida en los pacientes con enfermedad de Parkinson. Sin embargo, ¿cuándo hay que implementarlo?

• Se publica un trabajo en el que se observa el beneficio que se consigue con ejercicio iniciado de forma precoz y aquel iniciado de forma tardía.

• Un total de 88 pacientes se randomizaron a recibir ejercicio de inicio precoz, tardío, o no ejercicio.

• Frente a ejercicio de inicio tardío, el ejercicio precoz permitió mejoría a nivel global en la enfermedad, algunas tareas cognitivas frontales y calidad de vida.

• Estos datos apoyan la idea de que el ejercicio debe implementarse como parte de la estrategia de tratamiento para los pacientes con enfermedad de Parkinson lo antes posible.

A día de hoy es claro que el ejercicio físico produce beneficio en los pacientes con enfermedad de Parkinson, mejorando síntomas motores, no motores como la cognición, el ánimo o el sueño, y la calidad de vida. Sin embargo, ¿cómo es de importante en qué momento aplicarlo?; ¿es realmente relevante empezar pronto a realizar ejercicio? Se publica un interesante trabajo en la revista Neurological Sciences en el que comparan el ejercicio físico regular de inicio temprano frente al ejercicio de inicio tardio.

Un total de 88 pacientes fueron asignados al azar a 1) un grupo de ejercicio temprano, 2) grupo de ejercicio tardío o 3) un grupo control (sujetos que no realizaban ejercicio), utilizando un diseño de inicio retardado aleatorizado. El grupo de pacientes con Parkinson de ejercicio temprano llevó a cabo un programa de ejercicio formal y riguroso durante 1 hora, dos veces por semana, durante 18 meses (mayo de 2018-noviembre de 2019). Sin embargo, el grupo de ejercicio tardío participó en el programa de ejercicios en los últimos 6 a 12 meses del estudio, es decir, durante los primeros meses no realizaron ejercicio. Los pacientes fueron evaluados en situación basal, a los 6 meses, 12 meses, y 18 meses después. Utilizaron diferentes escalas para medir la evolución de los pacientes en el tiempo pertenecientes a los 3 grupos:

1) Escala Unificada de Calificación de la Enfermedad de Parkinson (UPDRS).
2) Cuestionario de Calidad de Vida PDQ-39.
3) Pruebas cognitivas: prueba de función ejecutiva y visuoespacial con el test de la Línea A (unir secuencialmente números en orden creciente, 1, 2, 3, etc.) y Línea B (unir secuencialmente números alternando con letras en orden creciente, 1, A, 2, B, 3, C, etc.), prueba de columnas de nueve hoyos (prueba en la que hay que sacar 9 clavijas de unos agujeros y volver a colocarlos lo más rápido posible); batería frontal FAB (herramienta que permite evaluar las funciones ejecutivas localizadas en los lóbulos frontales de forma rápida, en unos 10 minutos; consta de 6 pruebas correspondientes similitudes (conceptualización), fluidez léxica, serie motora, instrucciones contradictorias, test de GO-NO-GO y conducta de prensión).
4) Pruebas de marcha y coordinación (30 segundos de sentadilla y de pie; 10 m prueba de marcha; mini prueba de los sistemas de evaluación del equilibrio; prueba de tiempo en levantarse y marchar).

No se observaron en estado basal diferencias entre los grupos, presentando una edad en torno a 65 años y unos 4 años y medio de evolución. Los pacientes con enfermedad de Parkinson que empezaron con ejercicio temprano presentaron después del seguimiento de año y medio una reducción (mejoría) significativa en: 1) puntuación total de la UPDRS (mejoría global), pasando de 20 a 17.5 puntos; 2) prueba cognitiva de la Línea B, pasando de una puntuación media de 129 a 114; 3) test de los 9 hoyos, pasando de una puntuación media de 39 a 33; 4) cuestionario de calidad de vida, PDQ-39, pasando de una puntuación media de 39 a 37. Por contra, no se observaron diferencias significativas en el grupo tratado con ejercicio tardío.

En resumen y aunque el estudio tiene diferentes limitaciones como no establecer comparaciones directas entre grupos y analizar los cambios experimentados en el grupo placebo, conceptualmente es interesante, observando como la implementación de un régimen de ejercicio físico mejoró la capacidad de movimiento y la calidad de vida en pacientes con enfermedad de Parkinson cuando fue aplicado de forma temprana. Estos datos apoyan la idea de que el ejercicio debe implementarse como parte de la estrategia de tratamiento para los pacientes con enfermedad de Parkinson lo antes posible.

Agosto de 2021
Diego Santos García
CHUAC (Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña)


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